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Locales

Elecciones Rafaela 2023: Leonardo Viotti le puso nombre y apellido al final de 32 años de hegemonía peronista

Por casi 4.500 votos y 8 puntos porcentuales de diferencia, Leonardo Viotti es el nuevo intendente de Rafaela. Los factores que influyeron en su triunfo, la transición que se viene y los desafíos por afrontar.
Agrandar imagen El festejo de los triunfadores.
El festejo de los triunfadores.
Miguel A. González

Por Miguel A. González

Leonardo Viotti se convirtió este domingo en el nuevo intendente electo de Rafaela , en una histórica elección que dio por tierra con la hegemonía de 30 años del justicialismo en la Intendencia de Rafaela. El triunfo de Viotti se trasladó también al Concejo, donde Lisandro Mársico lideró una lista que se impuso sobre la del oficialismo y ahora debe´ra esperar al escrutinio definitivo para ver si logra tres bancas: Mársico y Mabel Fossatti tienen asegurados sus escaños, mientras que por el justicialismo también renueva Juan Senn e ingresa Paz Caruso. La quinta banca se definirá en el escrutinio definitivo, con una ligera ventaja a favor de Carla Boidi sobre Delvis Bodoira.

Con 236 mesas escrutadas sobre 237 totales, Viotti logró 27.630 sufragios (49,01% del total) contra 23.151 de Castellano (41,06%); 3.108 de Mónica Schmutzler (5,51%) y 2.491 de Raúl Bonino (4,42%). Aunque la participación de los ciudadanos creció al 71,64% del total del padrón, la polarización se acentuó: tanto Schmutzler como Bonino disminuyeron la cantidad de votos. En el caso de Bonino, más significativo: perdió unos 800 votos aunque se mostró en todo momento como referente de Javier Milei, la figurita de moda en el país.

Una carrera de pasos firmes

La primera lectura que dejan los comicios locales es que se trató de una victoria opositora y derrota oficialista anunciada, condimentada por muchos factores que se sumaron para ponerle fin a la continuidad del gobierno justicialista en la ciudad. Un clima de época en donde dominó el fastidio de la sociedad hacia los poderes establecidos aparece como el dato más tentador para el análisis inicial. Pero sería muy facilista resumirlo sólo a eso. Entre las virtudes del ganador y los defectos del perdedor están las explicaciones para el resultado de este domingo.

Es cierto que el clima de época ayudó. Leonardo Viotti representa a un emergente de personas menores de 40 años que no tienen en su memoria a ningún gobernante de la ciudad que no haya sido justicialista. Aún cuando Perotti y Castellano (en mucha menor medida Ricardo Peirone) hayan sido "peronistas de ojos celestes" -entiéndase la metáfora para significar que nunca se sonrojaron para adaptarse a las corrientes cambiantes del justicialismo en el país- en un escenario de retroceso del peronismo en todas sus líneas, sólo faltaba la aparición de una persona que supiera interpretar el deseo de cambio que animaba a miles de electores, principalmente jóvenes.

Viotti, que irrumpió como esa figura renovadora y potente que la oposición esperaba desde hace por lo menos 20 años, tuvo una virtud central y un socio insoslayable, que fue Germán Bottero. La virtud fue su vocación de poder y su inteligencia para explotar esa sociedad con Bottero, de manera tal que pudo maniobrar en los pliegues de Juntos por el Cambio. Liderando el radicalismo, aprovechó el internismo y las contradicciones internas del PRO para nutrir a su tropa propia con tanta fuerza que su candidatura a intendente en 2023, pese al tropiezo del 2019, se convirtió en algo absolutamente natural. Mejor aún: tan natural que sumó a Lisandro Mársico -conductor a su vez de un revitalizado PDP que ahora seguramente buscará cuotas de poder en el manejo del municipio- como un lugarteniente combativo ideal para la distribución de roles que le exigía la campaña.

Así, como un "pacman", Viotti fue consolidando liderazgos.

La placa final del escrutinio provisorio.
La placa final del escrutinio provisorio.

Vale hacer hincapié en la candidatura natural del dirigente radical. Porque no sólo avanzó sobre sus aliados y despejó su camino interno, sino que borró de la cancha a los potenciales candidatos que podían dividirle seriamente el voto opositor. Al lado de lo que representó Fernando Muriel encabezando a los restos del Frente Progresista en 2019, las candidaturas de Mónica Schmutzler y de "Lalo" Bonino fueron meramente testimoniales. La pelea de fondo siempre fue entre Viotti y Castellano y esa polarización jugó a favor de intendente electo.

El mariscal de la derrota

La derrota justicialista tiene dueños. El principal se llama Luis Castellano. Comenzó a perder el día en que resolvió presentarse para un cuarto mandato. Es cierto que manejaba encuestas que le daban un altísimo porcentaje de aceptación de su gestión. Pero la evaluación del gobierno es una e insistir hasta el empecinamiento con la continuidad en el cargo es otra. La lectura simplista indica que no había otro candidato tan potente como el propio Castellano. Con los datos de la elección en la mano, es sencillo concluir que cualquier otro postulante hubiera representado un soplo de renovación indispensable para el gobierno local. Son lecturas "contrafácticas": como en el fútbol, cuando la tribuna rezonga por el suplente que no entró y que pudo cambiar el partido. Alcides Calvo, que fue el candidato más votado de Juntos Avancemos, en la categoría a senador obtuvo 4 mil votos más que Castellano para intendente. No es un dato menor, aunque no es lo mismo senador que intendente.

El "modelo" justicialista rafaelino se caracterizó por no encontrar sustitutos para sus líderes principales. El sello Perotti se notó en esa marca registrada a lo largo de 32 años. Pero Perotti llegó a la Gobernación, un logro histórico para un sector político que representó a Rafaela y la llevó al primer plano provincial. Y antes de eso fue diputado nacional y senador nacional. Castellano nunca buscó trascender fuera de los límites del ejido urbano de Rafaela. En lo político, fue un "tapón" que nunca saltó. Hasta este domingo.

Sería injusto recaer sólo sobre el intendente derrotado, pero nada más justo que señalarlo como el mariscal de la derrota. Su última gestión sufrió condicionamientos, con la emigración de varios funcionarios a la provincia. El principal fue Marcos Corach, que fue jefe de gabinete de Castellano en distintas oportunidades, y como tal administró una cuota de poder importante, que oficiaba de paragolpes de la gestión y operaba sobre el resto del gabinete con una energía que no encontró reemplazantes. Pero también es cierto que la gestión municipal recibió en los años de Perotti gobernador una inyección de recursos provinciales que difícilmente Viotti obtenga de Maximiliano Pullaro en la gestión por venir.

En su última gestión Castellano se hizo más impermable a los consejos de advertencia sobre algunos rumbos equivocados. Nunca vio venir la embestida opositora que venía por su cargo, tal vez obstinado en poner el valor de la historia -y del aparato oficialista- por encima del clima de época.

La campaña fue otro ítem. Calamitosa en la previa de las PASO, no pudo corregir el rumbo. Los 8 puntos que congeló el escrutinio provisorio de este domingo replican los de la PASO. No hubo remontada épica, ni "voto a voto" final. Desde que el conteo de mesas superó el 10% del escrutinio se empezó a vislumbrar una tendencia inalterable que no dejó dudas. Vendrán los análisis sobre si el voto de los dos cuadrantes del sur, más inclinado a Unidos... , fue decisivo. Será materia para analistas y estadísticos. En lo central, el humor popular fue contundente.

Merecen un párrafo aparte algunas estrategias de última hora que resultan cuanto menos llamativas. La orden dada a decenas y decenas de empleados municipales para que "militen" por whatsapp la candidatura de Castellano fue un patético esfuerzo por disimular el fracaso de la militancia real, que no se hace por whatsapp, sino "pateando" los barrios, recogiendo inquietudes y, fundamentalmente, dando respuestas. Mucho antes de juntar a los empleados para el trabajo sucio de última hora de una campaña languideciente, Castellano debió preocuparse de que los ciudadanos recibieran la respuesta adecuada dándoles a esos empleados el respaldo de la capacitación, de las herramientas materiales y del respeto a sus carreras administrativas. En esa olla también se cocinó la derrota.

Muchos ciudadanos que recibieron esos "mensajes" se sorprendieron, para mal. Y está por verse qué pasó con las famosas becas efectivizadas en la última hora anterior a la derrota, que durante el fin de semana electoral alimentaron las teorías más graves. Será tarea de la Comisión de Becas, que también integran concejales de la oposición, conocer si todos los beneficios fueron a manos de los que realmente lo merecían o si hubo otra cosa detrás del confuso -siendo buenos en el adjetivo- reparto.

Ahora, la responsabilidad

El proyecto de Lisandro Mársico presentado en la previa de las PASO, proponiendo la creación de una "comisión de transición", cobra ahora una actualidad total. Viotti querrá recibir la Intendencia con beneficio de inventario: con cuentas claras. Pero para eso, en el transcurso de pocos días -porque las semanas vuelan- deberá presentar a un funcionario clave de su futura gestión: el secretario de Hacienda. La persona que se haga cargo de tal responsabilidad, sea hombre o mujer, debe ser la primera que se siente a revisar números. Sin descuidar un detalle: la actual secretaria, Noelia Chiappero, es personal de planta permanente. O sea, será su subordinada en la próxima gestión. El intendente saliente, en sus primeras declaraciones posderrota, prometió una transición ordenada. Un buen gesto y un compromiso que deberá honrar.

Miryam Villafañe, Cecilia Gallardo, Diego Peiretti, Maximiliano Postovit y Bárbara Chivallero son otros secretarios que se irán del gabinete, pero quedarán en la planta del municipio. Y hay varios otros que pasaron por la gestión Castellano con cargos ejecutivos, que ahora revisten en la provincia y todavía son empleados municipales en uso de licencia especial. Hay personal de segundas líneas que accedieron a sus cargos por concursos que casi nunca fueron todo lo abierto que indican las buenas costumbres. Entre los pliegues de la administración Viotti deberá encontrar también mucha buena voluntad y entrar con ánimos confrontativos -o, peor aún, de revanchismos- sería no sólo innecesario sino peligroso.

Viotti tiene otros deberes urgentes. Se viene la presentación del presupuesto, que aunque será corregido deberá partir de una base sólida, la ordenanza tributaria, que él mismo deberá votar en condición de concejal todavía con mandato por cumplir. Tiene a su favor una relación numérica que le garantiza mayoría en el Concejo, donde también debe resolver quién asume la presidencia, aunque para ese cargo hay dos candidatos: María Alejadra Sagardoy o Lisandro Mársico. Sagardoy, que fue mano derecha de Germán Bottero durante muchos años y está en la etapa final de su segundo mandato, corre con ventaja, sobre todo porque Mársico podría apostar a retener el poder de la palabra desde la banca.

El intendente electo reserva un lugar de privilegio para Germán Bottero en el gabinete. La experiencia de Bottero y su reconocida capacidad de diálogo le serán muy útiles para tender puentes imprescindibles con las instituciones intermedias y con el justicialismo en retirada. Hay grupos de poder que desconfían de la capacidad inicial de Viotti para liderar un municipio que afronta la crisis económica de cualquier estado local sometido a los estragos de la inestabilidad macro, pero que ahora también debe superar las aguas encrespadas de la transición. Establecer esos vínculos que permitan crear confianza -y apoyos necesarios- es otra prioridad.

La relación con el gobernador electo, Maximiliano Pullaro, será otro punto a resolver. Pullaro no tuvo buena relación con Rafaela -esto incluye al Concejo Municipal donde estuvo Viotti- durante su gestión ministerial, pero en la campaña prometió olvidar rencores y trabajar por lo que hace falta en materia de obras y apoyo económico. Si Unidos... quiere consolidar su poder territorial en la tercera ciudad de la provincia, no podrá descuidar ese respaldo al intendente electo y Viotti deberá saber aprovechar esa circunstancia. También la llegada que tenga a los futuros funcionarios provinciales y las cuotas de poder que el radicalismo se reserve serán un punto a seguir.

La ciudad que viene

Planteados estos desafíos, Rafaela se prepara a vivir un período de cambios trascendentes, en medio de problemas que plantea su crecimiento demográfico, su organización como ciudad y las transformaciones que en todos los órdenes demandan las exigencias planteadas por una ciudadanía que votó por un cambio de aires y necesita que los resultados le garanticen que el cambio fue para una mejor Rafaela.

Comienza ahora el período de tres meses de transición, el tiempo más rico en novedades y expectativas. De las cartas que aparezcan sobre la mesa dependerá en gran medida el futuro de la ciudad. Terminó un ciclo de 32 años, que marcó la continuidad más importante de un grupo político en la ciudad. Rafaela sufrió, en las tres décadas, una transformación que la hace irreconocible respecto a aquélla de 1991. Se inicia otro período cuya duración la determinará el éxito de las políticas que se apliquen y el repaldo que reciban del pueblo rafaelino.

Ese pueblo que este domingo se expresó con un fallo inapelable.

 

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