Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Internacionales

Una reflexión sobre la corrupción en América Latina

Por Augusto Rolando. Es difícil pensar que un día podamos acabar por completo con la incidencia de los sobornos, las coimas, el fraude y otras malas prácticas de los gobiernos latinoamericanos. Según datos de las Naciones Unidas, 2,6 billones de dólares anuales se pierden cada año en el mundo por culpa de la corrupción, esto equivale al 5 % del producto bruto mundial. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de corrupción?
Agrandar imagen Augusto Rolando. Licenciado en Relaciones Internacionales.
Augusto Rolando. Licenciado en Relaciones Internacionales.

En los años 50 y 60, Blair-Kerr comparaba a la corrupción con un autobús (colectivo de transporte) y mencionaba: “algunos cogen el autobús, otros corren a su lado y muy pocos se ponen frente a él. Coger el autobús significaba tácitamente aceptar la corrupción, si rechazabas subir al autobús, esto es, rehusar recibir sobornos, significaba correr al lado del autobús, en cuyo caso el sujeto en cuestión se convertía en un ‘outsider’, lo que le impediría promocionar en su carrera”. Lo más difícil, decía Blair-Kerr, queda para aquellos que se ponen frente al autobús, los que denuncian la corrupción.

Existen muchas definiciones de “corrupción”. Transparencia Internacional (ONG especializada en el tema), por ejemplo, define a la corrupción de forma específica: es el “abuso del poder para obtener un beneficio particular”. Más allá de la discusión conceptual, partimos de la idea de decadencia, de algo que está dañado, que ya no conserva sus características iniciales.

Existen dos dificultades que se presentan en la lucha contra la corrupción. La primera es descubrirla. Los actos de corrupción llevan intrínsecamente un condimento fundamental: el secreto. Esto nos lleva a pensar en la importancia del control y de la disponibilidad de información. La segunda dificultad refiere a la independencia de quienes controlan y quienes deben ser controlados. En muchos casos, los encargados del control (entes o personas) pueden ser condicionados o coaccionados por los controlados para omitir o modificar información (suelen converger el monopolio del poder y la discrecionalidad).

Robert Klitgaard, un gran intelectual de esta materia, elaboró una fórmula para definir y entender la corrupción: C=M+D–A (Corrupción = Monopolio + Discrecionalidad – Rendición de cuentas o “Accountability”). Cuanto mayor sea el monopolio del poder y la discrecionalidad de actuar y menor la rendición de cuentas, mayores serán los niveles de corrupción.

A pesar de que este flagelo nos afecta marcadamente, tenemos una buena oportunidad para comenzar a cambiar. En los países de América Latina contamos con regímenes democráticos que, pese a sus carencias y limitaciones, permiten la independencia entre los poderes del Estado, la libertad de expresión y los derechos políticos, entre otras características que coadyuvan a que tengamos una sociedad cada día más sensible frente a la problemática de la corrupción.

Dos casos de lucha contra la corrupción

“Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la cárcel a tus amigos y familiares” (Lee Kuan Yew). Esta fue la célebre frase que trascendió luego de que Lee Kuan Yew, impulsor de la lucha contra la corrupción en Singapur, dejó el cargo de primer ministro (gestión 1959–1990). Cuando Lee Kuan Yew llegó al gobierno la corrupción en todas sus formas era moneda corriente en el país. Por ejemplo, se debía abonar una coima si se quería acceder al trasladado en ambulancia hasta un hospital. Frente a esto, una de medidas más importantes que tomó el dirigente fue aumentar el salario de los funcionarios. Sin ser suficiente esta acción, creó un programa de lucha contra la corrupción que incluía medidas como rotación de los funcionarios para evitar lazos corruptos; promocionó medios de comunicación independientes para que cubran casos de corrupción de manera imparcial; e impulsó el fortalecimiento de la Oficina de Investigación de Prácticas Corruptas que podía, sin orden judicial, indagar y detener a los sospechosos de corrupción. Además, endureció las penas de forma exponencial, de modo que un pequeño soborno podía implicar una multa de 70 mil dólares y la pérdida del trabajo. Sumado a esto, llevó adelante campañas de sensibilización contra la corrupción en el ámbito educativo y el propagandístico.

Singapur defiende la pena de muerte como forma de penalidad y medida para acabar con la delincuencia. Los asesinos y narcotraficantes generalmente terminan en la horca, otros crímenes menores se pagan con privación de la libertad y azotes. Lee Kuan Yew acompañó estas decisiones con políticas de desarrollo económico y educativo que hicieron un paquete efectivo de desarrollo socioeconómico. Por ejemplo, Singapur es el país con menos trabas administrativas y burocráticas para el sector privado en el mundo.

El segundo caso es Uruguay, el único país de América Latina que pertenece al club selecto de las 19 “democracias plenas” según el Democracy Index (índice de democracia) de la Unidad de Inteligencia del semanario The Economist. El Parlamento de Uruguay ratificó en 1998 la Convención Interamericana contra la Corrupción y dictó la “Ley N. º 17.060 Normas Referidas al uso Indebido del Poder Público (corrupción)”, la cual tipificó nuevos tipos de delitos y creó la Junta de Transparencia y Ética Pública (JUTEP) como un organismo de lucha directa contra la corrupción. El buen funcionamiento de esta institución y de otras instituciones antecesoras, como la Corte Electoral o el Poder Judicial, hicieron que Uruguay no sufra el fenómeno de la “corrupción endémica” a lo largo de su historia. Se suma a esto que la prensa ha llevado adelante un trabajo de publicación y relevamiento de casos de corrupción desde los años 90, los cuales han instaurado preocupación en los uruguayos y reacciones inmediatas del pueblo frente a cualquier asunto de sospecha. Un ejemplo es el caso del exvicepresidente Raul Sendic, que renunció por sospechas de corrupción en septiembre de 2017.

Los últimos presidentes han gozado de una imagen comprometida en la lucha contra la corrupción, ya sea el caso de José Mujica o Tabaré Vázquez. El constante fortalecimiento democrático llevó a Uruguay a alcanzar niveles de desarrollo económico interesantes. Según el Índice de Oportunidad Humana del Banco Mundial, entre 2006 y 2015 el país tuvo un crecimiento promedio anual de 4,8 % y la pobreza moderada disminuyó de 32,5 % en 2006 a 9,7 % en 2015.

Conclusión

Todos los casos exitosos de lucha contra la corrupción en el mundo, como los de Singapur, Georgia o Hong Kong, comenzaron de la misma forma: con una voluntad política inquebrantable. A partir de allí, los caminos para llegar a mayor transparencia y responsabilidad en la función pública adquirieron distintos matices, de acuerdo a los contextos históricos o culturales particulares. Los casos latinoamericanos no fueron positivos, a excepción de algunos países que evitaron caer en niveles endémicos de corrupción y, por ende, están mejor posicionados. Hoy la mayoría de los países de la región no muestran la voluntad política que se requiere para luchar contra este flagelo.

Bibliografía

* Isabel Victoria Lucena Cid (2016) “La lucha contra la corrupción política. Hong Kong un modelo de buenas prácticas”

* Convención de la ONU contra la Corrupción (2004). Disponible en: https://goo.gl/4pSqZc

* LibreMercado Libertad digital “Cómo Lee Kuan Yew acabó con la corrupción en Singapur (Parte 1 - 2)”

* Ley Nº 17.060 Disponible en: https://goo.gl/E2Uhcu

* Junta de Transparencia y Ética Pública. Ministerio de Educacion y Cultura - Uruguay

* Página Oficial de Naciones Unidas

Autor: Augusto Rolando. Licenciado en Relaciones Internacionales. Director de Relaciones Institucionales de Córdoba Global Centro de Estudios Internacionales.

Te puede interesar

Teclas de acceso